Carrera : Counseling con oritentación en logoterapia
Cátedra : Psicología Evolutiva 2do. año
por Mariano García Mollo
Alumno de segundo año
“Padres no exasperéis
a vuestros
hijos”
(Efesios
6,4)
Los niños de padres narcisistas llegan a
terapia con dificultades que se originan en el mismo sistema de relaciones
parentales. Los profesionales que
interactúan con el niño pueden tener algunas dificultades a la hora de
registrar este tipo de familia disfuncional debido a su apariencia de “normalidad”.
En este artículo intentaremos ponernos principalmente en el lugar de aquellos
niños que sufren las consecuencias de la neurosis o del trastorno narcisista de
personalidad ( DSM-4: F60.8/301.81) de uno o ambos padres. Finalmente, y a modo
de ejemplo presentaremos dos casos de
adultos sobrevivientes a esta manera tergiversada de “ser familia” que
trasciende todas las épocas y culturas aunque en la nuestra especialmente se
halla muy difundida.
Definición de familia
funcional y disfuncional:
Comencemos
con una posible definición de familia
funcional para llegar luego a la de familia disfuncional en general. Ambos conceptos provienen
de la psicología y encuentran su sentido en el “rol” o “función” que la familia
debe aportar a la sociedad como desarrolladora e integradora de las capacidades
del niño hasta su madurez, es decir como persona en todas sus dimensiones,
física, psíquica, y espiritual. Entendiendo por “desarrollo maduro” o “saludable”
al proceso por el cual un joven llega a la adultez en condiciones de satisfacer
sus propias necesidades vitales, emocionales y trascendentes, como la de las eventuales
personas o niños a su cargo, integrándose él mismo y ayudando a integrar en la sociedad de manera positiva y competente
a cada niño según sea el caso.
Es así que podemos esbozar una definición de familia
disfuncional como:
“Aquella en la cual los continuos
conflictos, las conductas regulares inadecuadas, o incluso el
abuso por parte de algún miembro de la familia, obligue a uno o más miembros de
la misma, a realizar un esfuerzo de adaptación de tales acciones que conlleve
trastornos psico-físicos o emocionales que dificultarán el proceso de inclusión
del niño en la sociedad de una manera positiva y competente según sea el caso”.
Errores de percepción
en el diagnóstico de la familia narcisista:
El primer
error de percepción lo debe enfrentar el niño, pues en la mayoría de los casos crecen
dando por hecho que tal disposición del sistema parental es
normal.
Llegando incluso a pensar que el discordante, defectuoso, equivocado o digno de
ser culpado es él.
Un segundo
error de percepción lo padece el entorno del niño, pues a menudo no hay registro
de que una familia “intacta” pueda
ser disfuncional. Como resultado de esto, los amigos, la familia extensa y los
maestros de estos niños pueden ser completamente inconscientes de tal
situación. Incluso el niño puede ser injustamente acusado como “problemático” por sus padres, y puesto
aún bajo un estrés mayor que el que deben soportar otros niños que han crecido
en otros tipos de familias disfuncionales que no presenten síntomas de neurosis
o trastorno narcisista de la personalidad.
Un tercer
error de percepción es la creencia de que “familia
disfuncional” es sinónimo inmediato de padres separados o familias
ensambladas (no incluimos aquí el caso de niños criados en hogares formados por
parejas del mismo sexo, que debe ser tratado a parte debido a la falta de
investigación y resultados estadísticos comprobados científicamente). Esto se
debe a que en algunos casos el necesario complemento padre/madre, la tolerancia
y el diálogo intra-familiar puede quedar salvaguardado por el compromiso que
los padres separados asumen frente a las necesidades de sus hijos. Sin embargo,
esto no significa necesariamente que para el niño ver separados a sus padres constituya
una situación normal para él, por más estable y amigable que permanezca la
relación.
Un último
error de percepción menos común pero vigente aún en nuestros días es aquel que estigmatiza
o reduce el concepto de familia disfuncional a aquellas que se ven privadas o carentes
de recursos materiales.
El Sistema Narcisista
original (Narciso y Eco)
A pesar de que el personaje de la mitología
griega llamado Narciso (Νάρκισσος) es muy conocido, no sucede lo mismo con la trama
completa de esta interesante tragedia. En sus dos versiones tanto la original griega
como la latina legada por Ovidio en su libro “Las metamorfosis” (ca. 43 a.C) se ha querido personificar dos tipos
distorsionados de amor, uno dependiente y reflectivo incapaz de amarse a sí
mismo en la persona de “Eco”, y otro
ego centrado y auto destructivo en la persona de “Narciso”. Es, de la relación entre estos dos personajes de la
leyenda que podemos derivar el nombre de familia
narcisista.
El mito
La tragedia comienza a gestarse ya desde la
concepción del niño Narciso, puesto que él es fruto de la violencia sexual. El
dios-río Cefiso, después de raptar y violar a la náyade Liriope, engendró en
ella a un joven de espléndida belleza, a quien dieron por nombre Narciso.
Preguntado sobre si el recién nacido tendría una larga vida, Tiresias, el sabio
capaz de predecir el futuro, contestó crípticamente «Sí, siempre y cuando nunca
se conozca a sí mismo.» A lo largo de su vida, Narciso, va a provocar en
hombres y mujeres, mortales y dioses, grandes pasiones, a las cuales no
responde por su incapacidad para amar y para reconocer al otro. Según el relato
de Ovidio, entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien
había disgustado a Hera y por ello ésta le había condenado a repetir las
últimas palabras de todo cuanto se le dijera sin poder expresarse ella por sí
misma. Eco fue, por tanto, incapaz de hablarle a Narciso de su amor por él,
pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus
compañeras y siguió a su amado hasta que sus ruidos develaron su presencia. Al
oír el ruido de las ramas Narciso preguntó «¿Hay alguien aquí?», Eco contenta
respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, él le
gritó: «¡Ven!». Después de responder: «Ven, ven», Eco salió de entre los
árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor.
Tentado por Afrodita, al contemplar su imagen en el espejo de la superficie del
agua, sintió una fascinación por su propia imagen de la que no pudo sustraerse.
No podía tocar ni abrazar al ser que veía reflejado en el agua, pero tampoco
podía apartar su vista de él. Subyugado por la bella imagen de sí mismo que le
devolvía el río, se retrajo de toda posible relación amorosa con otros seres, e
incluso de atender sus propias necesidades básicas. En una contemplación
absorta de sí mismo acabó arrojándose a las aguas y muriendo ahogado en su
propia imagen. Finalmente, en el sitio donde su cuerpo había caído, creció una
hermosa flor de olor repugnante llamada Narciso. Mientras tanto, Eco, consumida
de melancolía, se retiró a una cueva donde su cuerpo se consumió, quedando de
ella solo una voz sin forma que repite, en la lejanía, la última frase o sílaba
que se pronuncie.
El sistema parental
narcisista:
Una lectura
completa del mito nos permite hacer una impresionante alegoría de las
relaciones interactivas de una familia narcisista.
Eco (el niño) ha perdido toda la
capacidad de formar sus propias palabras y sólo puede repetir lo que pronuncian
los demás. Cuando se enamora de Narciso, lo sigue con la esperanza de que algún
día el vaya a pronunciar palabras de amor que ella pueda entonces repetir. Eco
representa la persona-niño tratando de ganar la atención y aprobación que
necesita, convirtiéndose en un reflejo reactivo de las necesidades de sus
padres. Eco no ha podido desarrollar la capacidad para encontrar su propia
“voz” – es decir, para reconocer sus propios deseos y necesidades, y para
desarrollar estrategias para satisfacerlos.
Narciso (los padres) representa el
sistema parental, el cual, por cualquier razón (stress laboral, alcoholismo,
abuso de drogas, enfermedad mental, discapacidad física, o simplemente falta de
madurez emocional para ser padres), se ocupa
principalmente de satisfacer sus propias necesidades. Narciso
obsesionado consigo mismo se vuelve incapaz de ver, escuchar y reaccionar a las
necesidades de los demás.
Elementos de un
Sistema Narcisista:
Dentro del
sistema de la familia narcisista, el locus para satisfacer necesidades
emocionales
está invertido: mientras
que, en una familia saludable, los padres intentan proveer de todo para
satisfacer las necesidades de los niños; en una familia narcisista, se
convierte en la responsabilidad de los niños el satisfacer las necesidades
emocionales de los padres.
1. Una
responsabilidad Tergiversada
En una
familia saludable, los padres aceptan la responsabilidad de satisfacer ciertas
necesidades de sus niños, hacen que sus propias necesidades estén satisfechas
por su cuenta o entre la pareja, y/o con otros adultos que sean capaces de
hacerlo. En tal familia, la expectativa intrínseca está en que los niños no son
responsables de satisfacer las necesidades de sus padres. Al contrario, los
niños son “responsables” de aprender
gradualmente cómo satisfacer sus propias necesidades de una manera
independiente. Se espera que un niño, con el apoyo de los padres se involucre
en un proceso de aprendizaje que dura más o menos 18 años, en el cual aprenderá
las habilidades necesarias para llevar una vida satisfactoria. Si el proceso
funciona correctamente, el niño va a aprender a través del modelo parental a entregarse
al servicio de los demás satisfaciendo a un mismo tiempo sus propias necesidades
emocionales.
Contrariamente
en la familia narcisista los padres no están focalizados en satisfacer las
necesidades emocionales del niño. La responsabilidad se tergiversa, es decir,
en lugar de residir en los padres se desplaza hacia el niño. Es así que el niño
se convierte de manera inapropiada, en responsable de satisfacer las
necesidades de los padres, y, al hacer esto, se le priva de la oportunidad de
la experimentación necesaria y del crecimiento.
2. Niños reactivos a
las expectativas de los demás
Tal como
Eco sólo podía reflejar las palabras de los otros, del mismo modo los niños
criados en una familia narcisista se convierten en seres reactivos o reflectivos.
Dado que aprenden desde muy temprano que su principal trabajo es el de
satisfacer las necesidades de los padres, cualquiera que éstas sean. No
desarrollan la confianza en sus propios sentimientos y juicios. De hecho, sus
propios sentimientos son una fuente de incomodidad: es mejor no tener
sentimientos en lo absoluto, que tener sentimientos que no pueden ser
expresados ni aceptados incondicionalmente. Adquiriendo la necesidad crónica de
gustar y de ser validado constantemente.
Entonces,
en lugar de actuar según sus propios sentimientos y de una manera proactiva, el
hijo espera hasta ver lo que otros esperan de él o necesitan, y luego reacciona
según sus expectativas. La reacción puede ser ya sea positiva o negativa –el
niño puede elegir, ya sea satisfacer las necesidades expresadas o tácitas, o
revelarse en contra de esas necesidades-, pero, sea cual fuese esa reacción,
todo es reactivo.
3. Problemas con la
intimidad
Para el
niño de una familia narcisista las relaciones íntimas son un problema. Los niños
de estas familias han aprendido a no confiar. Por lo tanto, durante el estado
adulto, no importa cuánto quieran formar relaciones cercanas y amorosas,
siempre tendrá dificultades para bajar las barreras a la confianza que ya han
erguido hace mucho tiempo. La satisfacción de necesidades como la seguridad
psicológica y física es el eje central para el desarrollo de la confianza en el
niño. El sobreviviente de una familia narcisista tiene dos opciones, ya sea
aprende a no confiar o una vez que confía se le enseña a que no confíe más.
Cuando son bebés o niños pequeños, muchos fueron bien alimentados, los
mantuvieron en un lugar cálido, se les mimó, se les trató bien. Un niño
dependiente, necesitado (como somos todos), es una mínima amenaza para el
sistema de los padres: las necesidades son simples y el sistema parental es
capaz y además quiere satisfacerlo. Pero a medida que el niño crece y busca
diferenciarse de los padres, las necesidades comienzan a ser más complejas. El
sistema parental puede ser francamente incapaz de ocuparse de estas
necesidades, o puede verse amenazado por éstas y sentirse más y más ofendido. A
esta altura la responsabilidad de satisfacer las necesidades comienza a
tornarse del padre hacia el hijo y la erosión de la confianza comienza.
Mientras
que ciertos comportamientos obvios (emborracharse o avergonzar al niño) van a
producir obviamente una crisis de confianza del niño. Adultos que se criaron en
familias narcisistas, con frecuencia describen una disfunción que es mucho más
encubierta, describiendo a sus padres como “sólo
están ahí”.
Las familias
narcisistas suelen funcionar de manera encubierta
En la
mayoría de los casos estudiados de familias narcisistas se han encontrado
disfunciones más sutiles que en otros tipos de familias disfuncionales. Puede
ocurrir que un consultante o paciente llegue a terapia traumatizado y con
rasgos muy semejantes a los que solemos encontrar en casos de adultos hijos de
familias alcohólicas por ejemplo. Pero, sin embargo, el terapeuta o counselor no
llega a entender de dónde ni porqué se originaron los problemas de esta persona.
Un adulto victima de padres narcisistas puede llegar a terapia con un genograma
familiar y con un historial donde no hubo abusos, donde nadie bebía ni consumía
drogas. Esto ocurre porque la familia narcisista en general funciona bastante
bien. Los niños son alimentados, tienen ropa, fiestas de cumpleaños, se los
lleva de vacaciones y se gradúan en buenas escuelas. La familia parece normal, incluso
cuando se la mira de cerca. Pero la disfunción pasa por otro costado. El
problema fue que se esperaba que los niños satisfacieran las necesidades de los
padres. Esta situación puede parecer incluso saludable en algunos casos como
manifestación de responsabilidad y maduración en el niño, pero emocionalmente es
una tragedia que a la larga se llevará como una pesada carga. Los niños de esta
familia suelen ser adultos que llegan a terapia habiendo leído todos los
libros, hablado muchas veces con sus hermanos y amigos, y todos ellos le han
reforzado la idea de que no había nada malo en su familia. Estas personas
llegan completamente convencidas de que tiene que haber alguna falla en su
propia personalidad. ¡Esto debía ser así, porque no había nada malo en la
manera en que fueron criados!
Enfoque terapéutico
El modelo
de tratamiento para la familia narcisista debe estar enfocado en las
necesidades emocionales y en la capacidad de contactar con los propios
sentimientos, aumentando la confianza en sí mismo y en las decisiones tomadas por
él libre y responsablemente. El consultante debe aprender a no ocultar,
reprimir o postergar sus necesidades. La aceptación incondicional de la propia
historia de vida no podrá en absoluto cambiar su pasado ni anular los daños que
se le han hecho durante su infancia. Sin embargo, gracias a este doloroso e
incómodo tocar fondo el consultante podrá hacer el duelo que le permitirá
recuperar la identidad que se hallaba atrapada en la cárcel invisible del
pasado. Una vez superado el duelo el paciente podrá asumir la difícil tarea de
dejar de sentirse víctima de su pasado para convertirse en un ser renovado que
asume su historia personal y vive con ella orientado hacia un futuro de entrega
y amor que trascienda toda carencia.
Dos ejemplos:
Hilda y la madre que
“siempre está ahí”:
“Mi mamá estaba siempre ahí, haciendo las
cosas normales. Pasábamos bastante tiempo en casa con ella y estaba… ahí. Pero
recuerdo haberme sentido como que no podía acercarme lo suficiente a ella. Es
difícil describirlo. Ella estaba ahí, se preocupaba, pero no realmente.
Recuerdo haberle dicho eso que me preocupaba tanto, de mi mejor amiga que me
había humillado tanto en la buffet de la escuela -enfrente de todos- y ella
hizo un gesto con la cabeza y me dijo todo lo correcto, pero era como que me
hacía sentir que me estaba dedicando su tiempo, haciendo lo que las madres
tienen que hacer y sacándolo del “libro de las madres”… porque, en cuanto
terminé, comenzó a hablar de mi papá, de cómo ella estaba enojada con él,
porque le había hecho algo. Como si yo no le hubiese dicho nada!… Y eso no fue
una sola vez, un incidente, en realidad esto pasaba ¡todo el tiempo!... Yo la
adoraba, y supongo que todavía lo hago; yo sé que me quería, pero era como
tratar de agarrar humo, uno no lo puede agarrar con las manos. Aún me siento
así”.
La historia
de Hilda no es una historia de abuso obvio, abierto o dramático. Se trata de
una incapacidad emocional por parte de la madre hacia la hija. Hilda sentía que
el centro de atención de su mamá no estaba puesto en ella, y tenía razón:
estaba puesto en la relación con su marido. Su madre realmente quería que Hilda
le prestara atención a ella, que fuera su aliada y que satisficiera sus propias
necesidades emocionales.
Florencia y la madre
que “hace de madre”:
Florencia
es una secretaria ejecutiva de unos 31 años y trabaja para una corporación
ejecutiva de alto nivel. Está casada felizmente y tiene tres hijos de edad
escolar; el cuarto niño murió cuando tenía 6 meses, de un ataque de neumonía,
seis años antes del comienzo de la terapia. Ella comenzó la terapia luego de
haber vivido en secreto con ataques de pánico por dos años. Sentía que corría
el riesgo de suicidarse, y ya no podía evitar los ataques. El relato de Florencia
acerca de su familia de origen, de la experiencia que había tenido, era el
relato de una persona que había tenido una familia cercana, cálida y religiosa.
Eran seis hermanos: el padre era un oficial militar de alto rango, y la madre
permanecía en casa dedicada a sus hijos. Florencia contaba siempre, por
ejemplo, que tenía muchos chicos con quienes jugar y que a su mamá nunca le
importaba que su casa fuese el centro del vecindario para que jugaran los
niños. Tenía recuerdos de haberse sentido especial, porque vivía en una base
militar y todos saludaban a su padre y saludaban a los niños. Recuerda haber
tenido cinco o seis años cuando se perdió dentro de la base, para luego ser
“rescatada” por seis soldados, que la llevaron a tomar un chocolate caliente
con galletas y después la llevaron a casa en un jeep. Habló de cómo le gustaba
ir a la oficina de su padre y sentirse muy importante porque era la pequeña
hija del coronel.
Sin embargo, cuando se le preguntó acerca de sus relaciones
con su padre y su madre, su voz se ponía nerviosa. Había una rabia muy
suprimida, hasta cuando contaba un acontecimiento feliz. Florencia se convirtió
en una especie de armadillo, alguien con un caparazón muy duro que la protege, siendo
por dentro una persona muy suave y vulnerable. Sus comentarios acerca de su
familia, sus colegas y su marido, por lo general, eran sarcásticos. Hacía
chistes agresivos acerca de todo, enmascarando su rabia como humor. Pero luego
de muchos meses de terapia, una imagen comenzó a emerger. Emergió con una
actitud agonizante, ya que era muy difícil para ella decir cualquier cosa sobre
su padre que fuera a ser visto como negativo.
Básicamente,
Florencia no tenía ninguna conexión emocional con su mamá; su madre no lo podía
permitir. Su madre era “una madre que hace” (en oposición a “una madre que es”).
Luego de más de un año de terapia, Florencia describió a su mamá de la
siguiente manera:
“…mamá se pasaba todo el tiempo tratándose
de ganar esa alas de mierda [refiriéndose a las creencias religiosas muy
fuertes de su madre, especialmente en los últimos años]. De lo único de que se
trataba era de cómo era vista por los otros. Todo lo que no tenía sustancia ni
nada para nuestra relación. Nos recuerdo a todos nosotros vestidos
impecablemente y haciendo fila para ir a la iglesia. La familia del coronel,
nosotros ocho, siempre sentados en el mismo banco de iglesia. Aunque nos
estuviéramos muriendo, teníamos que levantarnos, vestirnos e ir a la iglesia.
Estaba tan ocupada haciendo lo que era correcto y asegurándose de que todos
hiciésemos lo correcto, para asegurar su lugar en el cielo. No importaba lo que
sentíamos, o ¡ni siquiera si sentíamos algo! Lo único que importaba es que
hiciéramos. Y yo, personalmente, siempre me sentí muy mal, excepto cuando
estaba con mi papá. Él me hacía sentir importante. Él era un héroe. Usted sabe…
el uniforme, todas esas medallas, toda la gente que lo saludaba donde sea que
el fuera. Pero mi mamá, ¡uf! Yo sabía que nunca iba a estar a la altura de lo
que ella me pedía. No sabía ni por qué; no podía preguntar. Entonces era
presumida por afuera, pero siempre estaba muy enojada, y… lastimada”.
Según como
progresó la historia de la familia de origen de Florencia, fue más y más evidente
para ella que las necesidades de su niñez no habían sido levemente ignoradas,
sino que habían sido sacrificadas para servir a otros (y, en este caso sobre
todo, por las necesidades de sus padres). Las convicciones religiosas de su
madre, hicieron que los sentimientos fueran irrelevantes. Había una manera
prescrita de cómo vivir, y así era la manera como se debía vivir, punto. No
importaba como uno se sintiera acerca de eso. La carrera del padre era muy
importante para ambos padres. El papá de Florencia siempre fue el primer foco
de atención en la vida de su madre. En esta pareja de padres, cualquier cosa
que amenazara el estatus, el ego o la paz del padre, era intolerable. Esa era
la dinámica tácita que manejaba esta familia narcisista. Cuando Florencia quedó
embarazada a los 16 años, su padre se enfureció y le pegó arrojándola por las
escaleras; su madre apoyó esta acción, culpándola a ella. Unos años más tarde,
cuando el niño pequeño de Florencia murió, su padre fue incapaz de asistir al
funeral, dijo que estaba demasiado triste. El día después del funeral, su madre
le dijo que se estaba comportando de una manera egoísta al llorar, y que “debía levantarse y hacer lo que era
correcto” (es decir, limpiar la casa y preparar la comida, en caso de que
alguien fuera a visitarla. Inmediatamente después, la mamá de Florencia se fue,
y su joven marido tan triste y sus tres hijos se las tuvieron que arreglar
solos. Ella regresó a su casa diciendo “tu
padre me necesita; esto ha sido tan duro para él”.
“¡¿Y qué hay de mí?!”, gritó Florencia
cuando contaba su historia. “¡¿Acaso no
pensó que me podía lastimar?! No, a mí no se me tenía permitido sentir o
apenarme. ¡Yo no existía para ella, yo no estaba haciendo lo correcto! ¡Y que
Dios me perdone si llegara a llorar, a sentirme lastimada o hasta necesitarlos”
Excepto por
aquella oportunidad en la que el padre de Florencia la empujó por las
escaleras, nunca nadie fue golpeado en la familia. Nunca a nadie “le falto algo” materialmente. Ninguno
de los padres sufrió el abuso de alguna sustancia, ni de ninguna enfermedad
mental, de discapacidad física, de nada. Pero era una familia disfuncional narcisista.
La expectativa clara era que los niños debían satisfacer las necesidades
emocionales de los padres, y que los niños no debían solicitar a sus padres
para que los apoyen emocionalmente.
Conclusión
Es mi deseo
que este artículo pueda ayudar a terapeutas y counselors a descubrir el vacío
existencial y emocional que agobia a un sobreviviente de este tipo de familia
disfuncional. Especialmente porque resulta difícil ubicarlos dentro de alguna
categoría, o un marco de trabajo alrededor del cual organizar el tratamiento o
las técnicas necesarias para estimular el desarrollo inhibido de la vida
emocional y afectiva de estas personas que sigue latente.
Concluímos
con las palabras de John Bradshaw
:
“Lo que un niño necesita más es un
protector firme pero que lo entienda, alguien que necesita que sus necesidades
se vean satisfechas gracias al esposo o a la esposa. Tal protector necesita ver
resuelto el problema en sus propias relaciones, y también requiere tener un sentido
de responsabilidad. Cuando este es el caso, tal protector puede estar
disponible para el niño y proveer lo que el niño necesita”.